Estamos en
el siglo veintiuno. Hasta ahí todo bien, y a partir de ahí no entiendo nada.
Como si tras esas cinco palabras se escondiera un significado que no llego a
comprender del todo. Parece la expresión de moda, el argumento que da por
zanjada cualquier discusión con cierta controversia. Pero se nos olvida que
hace tan solo quince años aún estábamos en el siglo veinte, un siglo marcado
por guerras, represión y pobreza. El siglo veintiuno no es un ente aparte, no
es la cumbre de nada, ni representa el progreso en su máximo grado, como a
veces pretenden hacernos creer; es un paso más en la trayectoria de nuestra
historia. ¿Qué intentamos transmitir cuando alegamos que estamos en el siglo
veintiuno? Si gente inocente sigue muriendo en guerras que ni siquiera son suyas; si a centenares de
niños se les quita un libro para ponerles un arma; si la competitividad
de los mercados deriva en muchas ocasiones en una esclavitud supuestamente
abolida (Porque ¡cómo va a haber esclavitud en el siglo veintiuno!); si todavía
hay mujeres que venden su cuerpo e hipotecan su vida para poder sobrevivir un día
más; si se suman deberes y se restan derechos; si...; si...
No sé
exactamente qué significa estar en el siglo veintiuno, pero si tuviera que
apostar por una definición, en ningún caso sería positiva y mucho menos
llevaría el término progreso en ella. Hasta ahora lo único que he visto es cómo
vamos desandando poco a poco un camino que tanto esfuerzo y tanta sangre costó
recorrer, y cómo damos la espalda a aquellos problemas que van más allá del
déficit económico. A veces me da la sensación de que Occidente se va a acabar llevando todo por
delante antes de que a Oriente le de tiempo a ver la luz al final del
túnel.
Falta
empatía. No se trata solo de sentir lástima cuando vemos la miseria, el miedo, o la desolación en imágenes, se
trata de hacerlo aun cuando hablamos de gente sin cara, sin nombre, sin
historia. Y se trata de hacer que las cosas cambien.
Por suerte,
la década y media que llevamos en este "gran siglo" también se caracteriza
por el poder de la voz ciudadana. Y, por suerte, aún quedan 86 años para darle
forma a esa definición que tanto me cuesta encontrar ahora.
Ojalá al
final se vuelva cierto eso del siglo del progreso.