lunes, 17 de febrero de 2014

sobre siglos y progreso


Estamos en el siglo veintiuno. Hasta ahí todo bien, y a partir de ahí no entiendo nada. Como si tras esas cinco palabras se escondiera un significado que no llego a comprender del todo. Parece la expresión de moda, el argumento que da por zanjada cualquier discusión con cierta controversia. Pero se nos olvida que hace tan solo quince años aún estábamos en el siglo veinte, un siglo marcado por guerras, represión y pobreza. El siglo veintiuno no es un ente aparte, no es la cumbre de nada, ni representa el progreso en su máximo grado, como a veces pretenden hacernos creer; es un paso más en la trayectoria de nuestra historia. ¿Qué intentamos transmitir cuando alegamos que estamos en el siglo veintiuno? Si gente inocente sigue muriendo en guerras que ni siquiera son suyas; si a centenares de niños se les quita un libro para ponerles un arma; si la competitividad de los mercados deriva en muchas ocasiones en una esclavitud supuestamente abolida (Porque ¡cómo va a haber esclavitud en el siglo veintiuno!); si todavía hay mujeres que venden su cuerpo e hipotecan su vida para poder sobrevivir un día más; si se suman deberes y se restan derechos; si...; si...


No sé exactamente qué significa estar en el siglo veintiuno, pero si tuviera que apostar por una definición, en ningún caso sería positiva y mucho menos llevaría el término progreso en ella. Hasta ahora lo único que he visto es cómo vamos desandando poco a poco un camino que tanto esfuerzo y tanta sangre costó recorrer, y cómo damos la espalda a aquellos problemas que van más allá del déficit económico. A veces me da la sensación de que Occidente se va a acabar llevando todo por delante  antes de que a Oriente le de tiempo a ver la luz al final del túnel.  


Falta empatía. No se trata solo de sentir lástima cuando vemos la miseria, el miedo, o la desolación en imágenes, se trata de hacerlo aun cuando hablamos de gente sin cara, sin nombre, sin historia. Y se trata de hacer que las cosas cambien.


Por suerte, la década y media que llevamos en este "gran siglo" también se caracteriza por el poder de la voz ciudadana. Y, por suerte, aún quedan 86 años para darle forma a esa definición que tanto me cuesta encontrar ahora. 


Ojalá al final se vuelva cierto eso del siglo del progreso.

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