jueves, 27 de septiembre de 2012

El pueblo contra el pueblo

Perroflautas y porraflautas han sido, durante la jornada del 25, dos de los términos despectivos más usados por las personas que, desde sus casas o sobre el asflato, han juzgado y criticado desde distintos puntos de vista lo ocurrido en Madrid (y no me exluyo). Tenemos esa necesidad extrema de querer que se nos oiga por encima del resto, de tener razón siempre, aun cuando los hechos demuestran lo contrario. Parece que todo se reduce a una idea, o eres de derechas o eres de izquierdas. Así de simple. Y argumentamos todo atendiendo a eso. Se supone que si eres de derechas piensas que las cargas policiales contra los 'perroflautas' han sido más que justificadas, que ellos se lo han buscado, por 'montar bulla mientras el resto de españoles están trabajando intentando levantar el país' (sí, entrecomillas, todo es discutible); y que si eres de izquierdas, 'los hijos de puta de los policías, o porraflautas, han dado a diestro y siniestro' sin detenerse siquiera a pensar a quién estaban pegando, hasta el punto de llegar a agredir a un compañero. (Muy civilizado todo, claro).

"Esto ya está en el precipicio de empezar a resquebrajar la sociedad. Se ve en las caras, los sentimientos, la impotencia de la gente. Es la imagen del miedo. Se ve miedo, miedo, miedo..." 

Eso declaraba ayer Alberto Casillas, dueño de un restaurante-café de Madrid que se enfrentó a la policía queriendo proteger a un grupo de manifestantes. (Increíble, ¿eh? ¡Esconderse de la policía!) Y cuánta razón tenía.  La sociedad se resquebraja y nosotros solo gritamos y pegamos, como si tuviéramos el pensamiento nublado por la impotencia, o quizás por el miedo-como él decía- y fuésemos incapaces de pararnos a pensar. Parecemos peones en una guerra que ni siquiera es la nuestra, formando bandos que ni deberían existir.

"El pueblo, cuando ve que atacan al pueblo, tiene que protegerse entre sí". Otras de las palabras del 'héroe de la noche' para muchos. A lo mejor el problema es que ya no reconocemos al pueblo. Esa es la idea que intento desarrollar, el pueblo contra el pueblo. Sentimos tanta rabia por dentro, tanta impotencia, que descargamos con lo que sea que tengamos delante. Y vaya, resulta que ahora lo que tenemos delante son policías, pues vamos a hacer que se conviertan en los villanos. Pero, ¿no son ellos también parte del pueblo? ¿Realmente esta guerra es contra la policía? Al fin y al cabo, no son más que funcionarios que acatan órdenes de arriba, y quizás para ellos tampoco es fácil esto. Quizás incluso a muchos de ellos les gustaría estar manifestándose también. Pero echar balones fuera y meternos con ellos es lo fácil, y yo soy la primera que lo hago. No creo que ninguno de ellos pensara en esto cuando entró en el cuerpo de policía, ni que se levante un día diciendo '¡Hoy es un gran día para dar porrazos!'. Ellos reciben y cumplen órdenes. El problema viene cuando quieren cumplir la ley y se ponen al límite de la misma, rozando y, en muchos casos, tocando de lleno, la brutalidad, el sinsentido. Pero es que lo mismo pasa del otro lado. Queremos que se nos oiga y que se nos valore pero a la mínima que nos presionan, saltamos como si fuéramos una bomba y acabaran de apretar el detonador. Y es que, de lo que muchos no se dan cuenta, es de que contestar a los golpes con más golpes, solo nos perjudica a nosotros mismos, porque ¿quién nos va a escuchar cuando lo que se ve es gente incivilizada que no es capaz de reivindicar sus derechos de una forma pacífica? ¿Cuántas veces una imagen hace que todas las palabras pierdan su significado? A lo mejor resulta que 'el silencio es la estrategia más fuerte'. Si no haces nada que puedan reprocharte más tarde, se verán obligados a escucharte.

Por último: "Mire, yo voté a Rajoy, pero este no es el tipo de Gobierno por el que voté." Alberto Casillas, de nuevo. Para mucha gente, el gran grupo de indignados está únicamente formado por socialistas, gente de izquierdas en general, y/o gente que directamente no tiene ni una pizca de sentido común. Pero este es el claro ejemplo de que no todo es lo que parece, y de que a nadie le viene mal pensar las cosas dos veces antes de hablar y prejuzgar.

Y con todo esto, lo que realmente quiero decir es que hace falta más que el triste argumento de ser de derechas o de izquierdas para poder juzgar. Si te tapas un ojo y miras solo con el otro, pierdes la visión de las tres dimensiones, quedándote solo en lo superficial. Hace falta una mente crítica y, dentro de lo posible, objetiva.

Y un corazón. No solo se están golpeando cuerpos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario