miércoles, 13 de enero de 2016

Podemos, pero no queremos

Finalmente, empieza la legislatura heredera del 15M, y no sé si realmente será la legislatura del cambio o no, pero lo que tengo claro es que va a ser la legislatura del espectáculo. Desde el 20 de diciembre hasta hoy, lo único que he visto por parte de aquellos que dicen abanderar el cambio y ser la "verdadera izquierda" es puro efectismo y fuegos artificiales. Podemos intenta configurarse como un partido político pero sigue actuando como un movimiento social, y sus componentes tienen más de estrategas que de políticos, que es precisamente lo que más necesitamos ahora: políticos, y de los buenos. Pablo Iglesias dice que no dejará gobernar ni por activa ni por pasiva al Partido Popular, pero establece unas líneas rojas que sabe que su posible aliado no va a traspasar nunca, lo que denota varias cosas. La primera, su escasa voluntad de configurar una alternativa al último gobierno, a pesar de sus palabras. La segunda, que no tiene la vista puesta en comenzar con la política de pactos que han mandado ineludiblemente las urnas, sino en preparar unas segundas elecciones en las que consigan arrebatarle al PSOE lo que no consiguieron en las primeras. Y por último y peor de todo, que no le importa sacrificar las políticas sociales que podrían llevarse a cabo si adoptasen esa mentalidad institucional que se necesita para hacer política parlamentaria. Pues bien, quizá no dejen que gobierne el PP por activa, pero desde luego sí por pasiva. O lo que es peor, nos llevarán a unas segundas elecciones en las que lo más probable es que el PP alcance una mayoría mucho más amplia que la que tiene ahora, reduciendo las posibilidades de emprender reformas sociales con el PSOE y democráticas con C's. Bravo. 

Pero el efectismo y el electoralismo no queda ahí, porque después de un sinfín de pullitas al partido con el que se supone que tienen que intentar pactar, llega la conformación de la mesa del Congreso. Hay quienes piensan que este pacto a tres perjudica al PSOE, porque simboliza los futuros pactos que se van a dar durante la legislatura. Yo creo que el que queda en peor lugar es Podemos, que demuestra, de nuevo, una nula capacidad para pactar incluso lo más básico. Por no hablar de que la composición de la mesa, además de contar con una mayoría femenina por primera vez -lo cual me agrada enormemente-, respeta bastante bien los criterios de proporcionalidad, tanto en número como en relevancia del cargo. 





Pero claro, a Podemos no le conviene intervenir en esa política de pactos, porque lo que necesita es mostrarse como el único íntegro que no se vende por un puesto y que no pacta con la derecha, como si se pudiera obviar a una fuerza que tiene 122 escaños (que es como obviar a gran parte de la población a la que quieres representar) y como si fuera deseable desde el punto de vista democrático. Si esta es la línea que van a seguir durante los próximos cuatro años, no es descabellado pensar que si las decisiones dependieran de Podemos, solo se conseguiría avanzar si tuvieran mayoría absoluta. Seguimos para bingo. 

Lo último ha venido de la mano de la parlamentaria Carolina Bescansa, que ha llevado a su hijo a la sesión de constitución de la Cámara. No es que me parezca mal el hecho en sí, pero sí me lo parece cuando se da en un contexto en el que la realidad supera a la ficción. No hay nada que defina mejor esta actuación que la búsqueda de protagonismo, que demuestra, otra vez, el mero efectismo que rodea a Podemos en los últimos tiempos: porque tenía medios alternativos para cuidar a su hijo, y porque es un efecto que carece de lógica en el momento en el que se ha dado. Lo que ha conllevado, además, que se hable de eso en vez de que de la Serna esté apoltronado en su escaño o de que, a pesar de todo, los pactos razonables entre fuerzas distintas son posibles, lo cual no deja de ser un triunfo de la democracia.

Podemos quiere cambiarlo todo pero no hace absolutamente nada. Nada profundo, al menos. El cambio estético está bien cuando representa un cambio real pero, cuando no, resulta decepcionante e incluso insultante. El 15M no iba de esto. 
Merece la pena tomar estas palabras de un artículo de Javier Cercas para recordarle ciertas cosas a Pablo Iglesias:

Que, en democracia, la política no debe ser épica ni sentimental sino aburrida y sosa, que hay que dejar la épica y los sentimientos para el arte y la vida privada, que la política es prosa y no poesía, que la tarea del político no consiste en intentar traer el cielo a la tierra sino sólo en mejorar la tierra –en esa humildad estriba su grandeza–.

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