viernes, 18 de julio de 2014

Introspección de madrugada

No es que quiera vivir cien años, pero tampoco no me vendrían mal algunas de esas pastillas para no soñar del maestro Sabina. Claro que no sé si funcionarán con todo tipo de sueños: los reales, los frustrados... Son las 3:39 de la mañana y aún no he pegado ojo. Estoy en frente de una pantalla totalmente rasgada y llena de grietas - literalmente - en la que casi no veo nada e intentando concentrarme en no sé exactamente qué para escribir.
No es como si no tuviera sobre qué hacerlo, hay muchas cosas que llaman mi atención de algún modo. Creo que en realidad me cuesta tanto por la simple pereza que me da organizar las ideas en mi cabeza. Sería una buena forma de empezar a organizar mi vida, sin embargo. Tampoco se me escapa la idea de que estoy perdida, y quizá por eso a las 3:45 de la mañana sigo intentando escribir en vez de intentar quedarme dormida de una vez por todas. 
Estar perdido es un poco como ser feliz, creo. No es un estado transitorio, no a corto plazo, al menos. Hay momentos, situaciones o circunstancias que te hacen girar en una u otra dirección pero, al final, acabas llegando a ese punto de indecisión constante en el que te has instalado quien sabe si por mera comodidad. Aunque puestos a estar cómodos, mejor instalarse en la felicidad, ¿no?
También es un poco como el ser o estar (¡qué desfachatez la de los ingleses juntarlo en un mismo verbo!). Uno puede estar y no ser, o incluso ser sin llegar a estar siempre. Pero cuando estás durante mucho tiempo acabas siendo inevitablemente. No sé si me explico. Se hace permanente. Por eso cuando me siento perdida, como ahora, en mitad de la noche y sin ser capaz siquiera de dormirme, me doy cuenta de que ya no estoy perdida sino que soy perdida, aunque intento no darme por vencida; ni por perdida. 
Y ya son casi las 4:00, creo que estoy batiendo mi propio récord en insomnio; aunque pensándolo bien es lo menos que se merece la decisión de empezar a ordenar un poco esto que llaman mi vida. Que de mía y de vida a veces tiene poco. Porque entre estar perdido y sentirse muerto hay apenas un par de frustraciones. Quizás a mí se me han acumulado demasiadas y por eso ya no estoy, sino que soy, y por eso soy incapaz de tomar ninguna decisión. 
Estaría bien poder consultar con la almohada, pero últimamente mis sueños - he de admitir que soy algo freudiana - vienen cargados de sorpresas. Aunque no sé de qué me sorprendo. 
Tampoco quiero ser de ese tipo de gente que se auto-consuela y se siente constantemente víctima de su vida porque, en cualquier caso, sería falso e injusto. Si soy víctima de algo es de lo que he hecho y, sobre todo, de lo que no he hecho, un poco a lo Benjamin Button. Pero quiero dejar de ser, y volver a estar solo de vez en cuando, lo justo para recordarme que estar perdido también significa estar en el camino para encontrarse, y empezar a disfrutar de las decisiones. 
Hoy, 4:09 de la mañana, tras toda esta retahíla, he tomado la primera decisión: vencer la pereza (y con ello la mediocridad) y comenzar a escribir. Otra vez. Porque al fin y al cabo siempre ha sido lo que he querido hacer, escribir mucho y muy bien. Y porque tengo muchas cosas que decir.
Y como segunda decisión: dormirme, ¡que ya son horas! 
A ver si hay suerte.
Cambio y corto. 

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